En un lugar muy seguro de mi billetera, se guarda una credencial con mi nombre escrito de frente, al lado izquierdo de mi fotografía: Alejandra Selene Pinto Olivera, Productora en Locación. No fue utilizada muchas veces, pero es la razón por la cual me encontré el sábado 1ro de septiembre en el Equinoccio. Eran aproximadamente las 22:30, el cover era de 40 bolivianos para ver la interpretación de un tributo a U2. Gracias a esta credencial, pude entrar de manera gratuita, y fue así como todo empezó a dar curso. Este caso no sería publicado de tener una explicación final, pero dado a su rareza que ilustra los curiosos problemas que sólo un investigador de la Ocioland Yard podría resolver. Las ideas de mi querido Gigio, aunque limitadas, son sumamente pertinaces. En el momento en que ingresé a dicha locación, me aproximé a la mesa del rostro más familiar, a la mesa donde se encontraba sentado mi tío llama, quien resulta muy útil en el momento de reunir indumentaria con fines etílicos. Se encontraba presente una pareja de desconocidos para mi, por lo menos hasta ese momento, quienes muy amablemente me dieron un sitio para sentarme. El concierto había empezado, la gente bailaba, y cantaba a todo pulmón canciones compuestas por Paul David Hewson, más conocido como "El Bono". Al finalizar el primer set, llegó la hora de trabajar, momento que requirió mucho esmero dado a la inusitada presencia de mi jefe en el mismo boliche. Para estos fines, dejé mi mochila en la mesa, pero me quedé con el celular en el bolsillo. La suerte estaba de mi lado, pues una amiga mía, Mireya Castedo, estaba presente y se ofreció a darme una mano con las entrevistas. Le pasé el micrófono y empecé a hablar con la gente y presentarla para que ella les hiciera las preguntas pertinentes. Al completar el material suficiente, mi amigo, Luis Flores, camarógrafo, decidió guardar la cámara y el resto del opulento material de trabajo. A todo esto, me senté en la mesa de mi "jefe", escuché canciones muy bien interpretadas, y de rato en rato, al aburrirme, me paseaba por la locación. Compartí unos tragos con Darío Oblitas, con Mireya Castedo, y finalmente con una amiga mía que se encontraba de cumpleaños. Luego de felicitarla por el onomástico, me sentí cansada y decidí retirarme del lugar. Saqué mi celular para ver la hora, y este marcaba las 03:06 de la madrugada. Hablé con Gigio para irnos, y me dí la vuelta para recoger mi mochila, la cual estab desaparecida. Dí tres vueltas al rededor del mismo lugar, busqué en la mesa, debajo de las sillas y del vestido de la cumpleañera. De repente ví una mano generosa alcanzármela, alegando que la había puesto en la barra para que esta no se perdiera. "Vámonos" dije, sin ningún intento de realmente hacerlo, ya que el silencio me dejaba más tiempo para la observación de la banda en escenario. Sin querer, metí mi fría mano huesuda al bolsillo, y no encontré nada más que tabaco, un envoltorio de chupete de manzana y el tibio fondo de la tela del saquillo de la chamarra. Caí en cuenta de algo terrible, algo que me retorció el corazón, me puso la piel de gallina y estremeció las plantas de mis pies. Mi celular había desaparecido. Tenía absoluta idea del rumbo de mis actividades y acciones recientes en el lugar, así que las recorrí de un lado a otro, persistentemente, mientras Watson, ejem, digo Gigio, llamaba persistentemente a mi número asignado, con las esperanza de verlo parpadear en el piso. Este celular, no es nada especial, es modelo discoteca pero el contenido de contactos y fotos era el que más me dolía extraviar. Al resignarme media hora después, nos fuimos del local, cuando en este ya había poca gente, la música estaba más baja y daban las 4:00 de la madrugada. Para quitarme el amrgo sabor de la boca, ingerí un par de anticuchos en la Aspiazu, esquina Guachalla, lugar donde alega el documento policial haber encontrado mi celular a las 4:30 aproximadamente, durante un problema de tránsito mientras uno de los policías lo vio brillar en el piso. Llamaron el día lunes por la mañana a mi casa, no un paquito cualquiera, sino el Coronel Alarcón, susodicho que interrogó a Gigio antes de devolverle el celular de su adorada damicela. Llegué a elementales conclusiones, como que sacaron la batería, ya que se desconfiguró la hora. Luego de hacerlo, llamaron del mismo celular al 110, y a un par de celulares (los cuales los tengo anotados bajo el nombre de "Sospechoso"). No pidieron recompensa alguna, y a pesar de que el domingo en la mañana lo bloqueé, pudieron hacer uso del mismo. Las hipótesis son muchas, los sospechosos no tienen rostro pero si motivos, el relato del coronel no tiene sentido. En fin, ustedes juzgarán por sí mismos.