En Camelot, la corte del rey Arturo, se encuentran reunidos todos los caballeros y damas celebrando la Navidad. Estaban teniendo una velada muy agradable cuando de repente se presentó ante ellos un caballero enorme y peludo, todo vestido de verde. Este caballero quiso saber quien era el caballero con más honor entre todos, a lo que Arturo respondió. El caballero recién llegado pidió que se le complaciera en un juego. Éste consistía en que el caballero dejaría que le lanzasen su hacha y no se movería, y al cabo de un año y un día él le devolvería el golpe a ese caballero en el lugar que él dijera. Arturo estaba dispuesto a aceptar el reto, pero Gawain, sobrino de Arturo, caballero de la hermandad de la Tabla Redonda, pidió ser él el que tuviese la oportunidad. Todos estuvieron de acuerdo. Gawain lanzó el hacha al caballero de verde y le cortó la cabeza. Éste recogió su cabeza con la mano y le dijo a Gawain que en un año se encontrarían en la Capilla Verde. Después se marchó y el rey y sus caballeros siguieron con las celebraciones.

El año pasó y Gawain tuvo que partir en busca de la Capilla Verde y del caballero del mismo color, pues era un hombre de palabra y no quería que se le tomase por un cobarde. En su viaje le sucedieron muchas aventuras. Por el camino rogaba a Dios que le mostrase el camino hacia la Capilla. Un día llegó a un castillo, en el que fue muy bien recibido por su dueño y por todos sus vasallos, que prometieron mostrarle el camino. Al llegar el momento de retirarse a los aposentos que le habían sido destinados, Sir Gawain además de agradecimiento, sentía una viva simpatía por sus hospitalarios anfitriones.

Cuando al día siguiente pretendió seguir su camino en búsqueda de la Capilla Verde, comunicándole al caballero lo necesario de su inmediata partida, éste se echó a reir diciéndole que la Capilla Verde se encontraba a menos de dos horas de camino de su castillo, por lo que podría permanecer tranquilamente en el mismo, hasta el mismo día de año nuevo.

Sucedieron tres días alegres durante los cuales recibió las atenciones de la señora del castillo, mientras su amigo, pasaba el día cazando en los bosques cercanos, y al cabo de estos, el señor del castillo le propuso el siguiente trato, "vos Sir Gawain seguid descansando en el castillo mientras yo proseguiré mis días de caza en el bosque, mas cuando regrese me comprometo a daros lo mejor de cuanto haya obtenido fuera del castillo y, del mismo modo, vos me entregareis lo mejor que hubierais obtenido de vuestra estancia en el castillo".

Al día siguiente y mientras el señor del castillo cazaba venados en el bosque, su mujer dedicaba requiebros amorosos a Sir Gawain de los que este se defendía con galantería, procurando no comprometer su posición, de tal guisa, que tan sólo un beso obtuvo de él la hermosa dama. Cuando al llegar la noche el señor de castillo regresó y puso ante los pies de Sir Gawain un enorme venado, fue besado por Sir Gawain, quién le dijo, "este es mi botín, pués nada mas valioso he ganado; si mas hubiere habido, igualmente os lo hubiera entregado".

Al día siguiente de nuevo salió de caza el caballero y del mismo modo fue requerido de amores Sir Gawain, más éste tan sólo concedió dos besos a la hermosa señora. Cuando al llegar la noche, su amigo puso a sus pies la cabeza de un gran javalí, Sir Gawain le correspondió, dándole dos dulces besos.

Llegado el tercer día y mientras el señor del castillo, salía con sus monteros y su ruidosa jauría a la caza del zorro, Sir Gawain soñaba con el terrible encuentro que en muy breve plazo habría de mantener con el siniestro Caballero Verde. Sumido en estos sueños estaba, cuando con un beso, le despertó la señora del castillo, que se apareció a sus ojos, radiante como el sol de la mañana, con el cabello cayendole a ambos lados y la fina piel de su garganta asemejando a la más blanca y luminosa nieve.

La dama le imploró con insistencia su amor, hasta que al fin, rendida en sus propósitos y suspirando dulcemente le besó por segunda vez diciéndole, consentid al menos llevar este lazo verde de mi cinturón, es mágico y tiene la propiedad de que aquel que lo lleve puesto no puede ser muerto ni sufrir herida alguna. Sir Gawain, consciente del mortal peligro que habría de correr al día siguiente lo cogió, marchándose rápidamente la dama, no sin antes besarle por tercera vez. Cuando al llegar la noche, llegó su amigo y dejó a sus pies una piel de zorro, recibió de Sir Gawain tres dulces besos, más nada supo de el lazo verde que su mujer le había entregado.

Llegado el día de año nuevo, se despidió Sir Gawain de los castellanos que tan bien le habían acogido y se encaminó hacía la Capilla Verde, donde a buen seguro, le estarían esperando. La visión de la Capilla Verde fue realmente pavorosa, y en nada le tranquilizó escuchar la voz del Caballero Verde que jocosamente le dijo, "bienvenido Sir Gawain, quitaos el yelmo y aprestaos a recibir mi golpe", hizo Sir Gawain lo que se le indicaba y el Caballero Verde blandió el hacha descargando un terrible golpe que no alcanzó su objetivo, porque Sir Gawain, al sentir el silbido del arma, apartó instintivamente su cabeza, lo que mereció las burlas de su antagonista. Por segunda vez expuso su cuello al hacha Sir Gawain proponiendose no retirar en esta ocasión la cabeza, más el gigantesco caballero amagó un golpe que se detuvo justo antes de que la hoja afilada tocara su piel, de nuevo rió el Caballero Verde y le dijo, volvéis a demostrar vuestro coraje, con lo que siento la gran satisfacción de despachar al otro mundo a un valiente, ahora me emplearé con todas mis fuerzas. Por tercera vez dejó el fiero caballero su hacha caer con tanto tiento, que en esta ocasión tan sólo rasgó la piel en un lado del cuello, mas en cuanto Sir Gawain sintió como la sangre le corría, se levantó de un salto, se colocó el yelmo y sujetando el escudo dijo, "he sufrido vuestro hachazo, ahora ya puedo defenderme devolviendoos golpe por golpe". El Caballero Verde le respondió entonces, "sin duda habéis soportado el golpe, sois libre de todo compromiso, más quiero que sepáis que el primer y el segundo golpe que os proporcioné, fueron mi respuesta a los besos que el primer y segundo día mi esposa os dió, y que vos, atendiendo a vuestra promesa me devolvisteis, en cuanto al tercer golpe... el caballero dijo:

"Bien sé que amar la vida es un corto pecado, por eso no os tengo en cuenta que no me devolvierais el lazo que mi esposa os regaló, partid en buena hora, que en cuanto a mi corresponde, os tengo por el mas noble de los caballeros que pisan la tierra".