Papá Noel es un personaje enigmático hasta que cumplimos los cinco años de edad. Luego se convierte en un tedio que da vueltas por todos los centros comerciales de nuestra ciudad. Él le quitó todo el protagonismo al Niño Jesús durante la Noche Buena, ya que simboliza el regalo esperado y, además, es más simpático que los Reyes Magos. Él, durante esta época de cada año, invade nuestro televisor, la radio, el periódico, Internet y –ahora– acaba de invadir este artículo.


El padre de la Natividad es representado hoy en día por un viejito de barba blanca que viste de rojo ocultando su obesidad debajo de sus ropajes. Llega en Noche Buena para darnos regalos y también lo hace en la Telemaratón, invade las calles de la ciudad y también nuestro corazón. Pero a esta altura del tiempo, hay que preguntarse ¿quién es y cuál es su verdadero oficio?
Todo comenzó cuando los habitantes del Midgard, llamada así la tierra poblada por la humanidad, guiados por la tradición oral de sus ancestros, enseñaron a sus hijos la costumbre de dejar en sus botines zanahorias y cebada para que Sleipner, el caballo descomunal de Odín, que tiene las ocho patas más veloces de todo el universo, se alimente, recupere sus fuerzas y no devore todo lo que encuentre a su paso y tampoco destruya hogares completos, tal como lo había hecho en épocas anteriores.
La espera que los habitantes del Midgard se vivían, generación tras generación, era entre los últimos 15 días de diciembre y los primeros 15 de enero, en el llamado Yule, época de cambio de clima, Odín, el Dios de los muertos y los guerreros, montado sobre Sleipner, llegaba a la Tierra desde el Valhalla, el palacio de los muertos, para bendecir los cultivos. Por este motivo, a Odín se lo conoce también con el nombre de Yólnir (Padre del Yule). La costumbre de aguardar de manera precavida a este dios, se practicó desde tiempos ancestrales.
En aquella época, los romanos aguardaban con ansias la llegada del “Saturnalia”, un festival dedicado al dios Saturno, celebrado siempre entre el 17 al 23 de diciembre. Los judíos, en cambio, glorificaban la fiesta de las Luminarias, más conocida como Jánuca.
Otras culturas, en el mismo diciembre, rendían homenajes y sacrificios a sus respectivas deidades, hasta que todas –bajo el dominio del imperio romano– celebraron, siempre en diciembre, la fiesta de El Nacimiento del Sol no Conquistado, llamada en latín como “Dies Natalis Solis Invicti”.
Esta fiesta permitía que cada cultura rinda homenaje a sus respectivos dioses en el último mes del año. Y cada una ponía sobre la mesa de la historia un caudal de mitos y leyendas que, con el paso del tiempo, se fueron mezclando hasta llegar a lo que hoy conocemos por Papá Noel. Una historia digna de recordarse, por ejemplo, es la relación que el saber popular encontró entre Odín, el dios escandinavo tuerto, con el Obispo ruso, llamado Nicolás, que habría de convertirse en Santo, gracias al poder de sus milagros, y que muchos de sus contemporáneos dijeron haber visto con sus propios ojos.

Para la gente, Odín se había transformado en Sinterklass, quien empezó a llevar un atuendo obispal que incluía una mitra. El cambio se debió a la canonización de un personaje llamado San Nicolás de Myra, que vivió en el siglo IV d.C. y que hoy en día, en Rusia por ejemplo, lo tienen como al santo más querido luego de la Virgen María.
La historia nos cuenta que un navegante en Myra que viajaba hacia Alejandría fue rescatado por el padre Nicolás, luego de una fuerte tormenta, y lo llevó directo a la iglesia a que se recupere.
El obispo de este templo había fallecido y los sacerdotes que allí vivían tuvieron, la víspera, una revelación en sus sueños que les dijo que muy pronto iba a llegar un hombre conquistador.
Aquel día en que el padre Nicolás rezaba en el templo, su marinero rescatado despertó un poco asustado, se incorporó y lleno de emoción gritó ante todos que había sido salvado por “Nikei Laos” (es decir, el hombre que conquista). Los padres del templo supieron, entonces, que había llegado su nuevo obispo.
Desde aquella vez, San Nicolás de Myra es relacionado con los niños, porque en la mayoría de sus milagros ellos siempre estuvieron presentes y siempre han sido portadores de “regalos”. El último de sus logros conocidos data de la Segunda Guerra Mundial. Se cuenta que un jovencito que había perdido a su familia se extravió y fue salvado de una muerte segura por un hombre cuya descripción era el vivo retrato de San Nicolás.
Así, entre la tradición católica y cultura escandinava nació Sinterklass. Un personaje que en cada mes de diciembre acostumbraba a dar regalos a los niños de todo el mundo.
Pero para cumplir esta tarea, Sinterklass estaba acompañado por su ayudante Zweite Piet, un joven que se quedó negrito de tanto bajar por las chimeneas. Él tenía la misión de dejar regalos en cada casa que visitaban.
Sinterklass disponía de un trineo, jalado por Schimmel, su caballo blanco. Y en su cuaderno de oro anotaba los nombres y direcciones de los niños que se portaban bien para visitarlos desde su hogar que queda en España.
Otra tradición, nacida en Italia, nos cuenta que hubo una vieja bruja, llamada Befana, que en noche buena no había querido ir a visitar al Niño Jesús. Su arrepentimiento la llevó luego, hasta nuestros tiempos, a vagar por las calles repartiendo dulces y manjares a todos los niños con la ilusión de que algún día se encontrará con Jesús.
En Finlandia recuerdan hasta hoy a Joulupukki, una cabrita que tiene la costumbre de comer todo lo que encuentra a su paso, justo en esta época del año.
Joulupukki recibe tributo de sus fieles, y a veces la acompaña un viejito regordete con frutas para repartir entre los niños.
Los tres Reyes Magos, por ejemplo, son los portadores de regalos en la Epifanía; los vascos aguardan a Olentzero para que traiga sorpresas. Estas tres historias, pese a que distan kilómetros y épocas de distancia, tienen un solo punto en común: es necesario que “alguien” traiga regalos. Se hace común entre la gente la necesidad de premiarse entre todos, bajo el tamiz de un regalo que viene de manos de alguien superior a la raza humana; o que, por el contrario, sea un personaje muy importante.

Santa Claus
Papá Noel, como lo conocemos hoy en día, nació en 1809, en una narración del escritor Washington Irving, llamada “La historia de Nueva York”. La descripción de este personaje es vaga en detalles, hasta que un 23 de diciembre de 1823 se publicó, de manera anónima, en el New York Sentinel un poema titulado “The Night Before Christmas” (La víspera de Navidad). Este relato, que se le atribuye al periodista Clement Clark Moore, relata la actual tradición navideña en Estados Unidos: aguardar a Papá Noel con un vaso de leche, galletas y dormir. Y a la mañana siguiente los niños podrán abrir los regalos que éste les dejó.
En el poema de atribuido a Moore, se nombran por primera vez los ciervos que jalan el trineo mágico de Papá Noel que vuela por los aires guiado por Rudolph, el ciervo de la nariz roja.
No pasó mucho tiempo para que el personaje se popularizara en Estados Unidos de una manera comercial en varios mercados y tiendas. He aquí el origen de que muchas personas, hoy en día, protesten porque esta fiesta religiosa ya perdió su verdadero significado y terminó convertida en un lujo comercial.
En el siglo XX, y gracias a la radio, esta tradición de espera repercutió bastante en el corazón de los niños, puesto que el “Tío Markus”, allá por los años ’30, les dijo que podía escuchar todo lo que los niños decían. Y que los malcriaditos se porten bien, porque se iban a quedar sin regalos.
En 1930, Haddon “Sunny” Sundblom, un inmigrante finlandés, ilustró por vez primera la imagen que todos tenemos de este simpático personaje. “Sunny” había sido contratado por la Coca Cola y le pidió que le dé vida a Papá Noel.
El finlandés le quitó al personaje el traje de obispo, la pipa tabaquera y el caballo blanco con el que aparecía desde antaño.
El resultado es un personaje que simboliza al padre que ayuda a todos y les inyecta el deseo de vivir. Esta faceta paternal intenta desempolvar en las personas los recuerdos interiores con la idea de comprender su verdadero significado. Así fue que este individuo panzón, viejo y todo de rojo, nos conquistó. Salimos a las calles y vemos cientos de réplicas suyas.

Papá Noel significa “dar”
A la fecha, muchos debates se han encendido a su alrededor: ¿es ésta una celebración pagana?; ¿a dónde se fueron nuestras costumbres?; ¿qué pasa con nuestro espíritu navideño que nos olvidamos de adorar al niño Jesús? Estos y otros temas nos tomarían años en tratar de ponernos de acuerdo. Lo que cuesta entender es que la navidad no trata de una fecha, sino de una actitud.
Lo rescatable de estas fiestas es ponernos en contacto con nuestros sentimientos y darle rienda suelta al niño interno que quiere creer, que quiere empaparse de esperanzas, aguardar.
Papá Noel es todo papá disfrazado, toda mamá haciendo compras a escondidas de los niños, todo hermano mayor redactando una carta a Papá Noel cuando sabe que en realidad la leerán los papis. Papá Noel es el espíritu de complicidad para darle una sonrisa inesperada al hermanito que aguarda con todas sus ansias un regalo muy especial, Papá Noel es dar.
Al observar en nuestro interior, no cuesta preguntarse en qué momento uno piensa en sus propios fines más allá de los seres queridos porque nos dejamos llevar por la ira de nuestro caballo interior porque no lo hemos alimentado. Papá Noel es un personaje que nos alienta a estar en contacto con la espera, aguardamos una llegada que nos llenará de presentes en cualquier forma: abrazos, besos e instantes con nuestros seres queridos.
La Navidad es un momento para estar bien, no para estresarse con la idea equivocada de los regalos. Regalar en navidad es expresar que estamos con el otro, que nos importa y que le estamos dando una dote para que pueda salir adelante en el año que está por venir, en el nuevo ciclo que nos aguarda.
Sin importar nuestras creencias o en qué rostro tiene nuestro traedor de regalos, debemos aguardarlo a que invada nuestro ser y nos permita regalarnos a nosotros mismos. El mejor regalo es obsequiarse uno mismo, salir de nuestra coraza para estar con nuestros seres queridos y ofrecerles nuestro calor, nuestro Papá Noel.