Verba volante scripta manent

(Las palabras vuelan, lo escrito queda)

Caio Titus


Escritura es una mujer que escribe sobre un rollo estas palabras: Scripta manent, los escritos pasan a la posteridad. Por esta diosa romana, en efecto, gozamos de los monumentos de la antigüedad y ella es la que inmortaliza a los poetas, historiadores y filósofos. Mientras que por el uso de las inscripciones consagra la memoria de los grandes hombres y las grandes acciones[1]. Los egipcios tenían una divinidad llamada Seshat que era la protectora de las bibliotecas egipcias, garantizaba la inmortalidad del rey y escribía en el árbol sagrado de Heliópolis, la peséa, el Árbol de la Vida, los años de reinado del faraón.


La presencia de este arquetipo se introdujo en el imaginario en el medioevo, siendo después un tema recurrente en el arte universal. Ya no se vio a la escritura pero sí al escritor, persona que obtuvo los dones de esta diosa.


Pluma y tintero, a veces con un libro, son los atributos de los cuatro evangelistas y de varios Doctores de la Iglesia famosos por sus escritos, sobre todo Agustín, Bernardo de Claval y Tomás de Aquino. Aparece Mateo en actitud de escribir, mientras un ángel le dicta palabras; Marcos, anotando las palabras del predicador san Pedro; Lucas, con un buey alado junto a él; Juan Evangelista, sentado en un desierto rocoso con un águila a su lado. Jerónimo, con el birrete cardenalicio y el león, está sentado en su estudio. Gregorio Magno tiene una paloma al oído que le inspira las palabras, como ocurre en con las monjas Teresa y Brígida de Suecia, de quien es frecuente ser representada escribiendo lo que le dicta un ángel.


En el Nacimiento de Juan bautista, el anciano Zacarías está sentado escribiendo. Cristo escribe con el dedo en el suelo bajo la mirada de fariseos y otras personas, “mujer sorprendida en adulterio”. La misma figura alegórica de la Historia escribe en un escudo ovalado o en una tablilla[2]. Sin duda alguna, la escritura está vinculada a capacidades sobrehumanas, una persona capaz de reproducirla emularía en cierta forma poderes divinos.


La escritura en términos terrenales, según La Real Academia de la Lengua, escribir es “Representar las palabras o las ideas con letras u otros signos trazados en papel u otra superficie”. Entendemos que es un sistema de representación gráfica de la lengua, por medio de signos grabados o dibujados sobre un soporte. Es un método de comunicación humana que se realiza por medio de signos visuales que constituyen un sistema. El acto de escribir tiene funciones fundamentales, la primera de ellas es mantener la “memoria vegetal”. La memoria sólo puede mantenerse mediante el escrito, la memoria vegetal es aquella que implica el uso de papiros en épocas ancestrales y en la época moderna con los libros, hechos de papel. En su momento, la escritura como cualquier otra innovación de la tecnología, era peligrosa pues se creía que disminuía las capacidades mentales y ofrecía a los seres humanos una memoria una manera simplificada de pensar.


Escribir permite que congelemos pensamientos sobre un soporte para que esto permanezcan en el tiempo. Nos enfrentamos también a la memoria mineral, antes en forma de tabletas de arcilla y hoy en día en computadores que están hechas de sicilio (Eco, Humberto. 2003).


Otra función de la escritura, es la legitimación de quién escribe. Durante el desarrollo humano la persona necesita establecer vínculos para formar su personalidad, y esto sólo lo puede hacer a partir del otro[3]. Bajo este precepto, el que escribe lo hace con una necesidad intrínseca que es el ser leído. La motivación del escritor ya sea de manera conciente o no, es que otro pueda interpretar sus palabras para que le dé reciprocidad directa o indirecta con el simple hecho de haberse contactado con él, reforzando patrones de su personalidad. Esto viene de la mano con la función primordial de la escritura: comunicar desde la transformación entre dos personas. El poder poner en común conceptos, pensamientos y sentimientos (Freire, Paulo. 1958). Al escribir se informa a la otra persona, se le esclarece información, para hacerle especular sobre la misma, para que consulte, indague, recuerde, disfrute, interprete. Es necesario que el acto tenga retroinformación, o su emisión sería inútil.


Existe sin embargo una pieza fundamental de la escritura que es la ortografía, parte de la gramática normativa que fija las reglas para el uso de las letras y signos de puntuación en la escritura. La ortografía se basa en la aceptación de una serie de convenciones por parte de una comunidad lingüística con el objeto de mantener la unidad de la lengua escrita. Julio Cortázar, en Rayuela (capítulo 69) nos da una trágica noticia: “Ingrata sorpresa fue leer en Ortográfiko la notisia de aber fayesido [...] en San Luis Potosí el teniente koronel Adolfo Ábila Sanhes [...] pensador, eskribió bastante en periódikos i dejó algunas obras inéditas [...] linguista, era mui afekto a tradusir sus propias produksiones al inglés, esperanto i otros idiomas”.


En este escrito, Cortázar sin proponérselo nos da un atisbo al perfil de personalidad de su personaje que sufre de disgrafía retrógrada. La disgrafía retrógrada es un mal común en nuestros tiempos, las personas que aprenden a escribir y conocen las reglas gramaticales, pero simplemente no las aplican. Es como aprender las tablas de multiplicación y olvidar las reglas, por lo tanto ser incapaz de hacerlo. La persona que sufre este problema, comprende la relación entre los sonidos escuchados y que él o ella pronuncia, además de la representación gráfica de estos sonidos pero encuentra dificultades en la escritura como consecuencia de conocimientos y cuidado deficiente. La manera de escribir de una persona habla mucho de su personalidad.


Para el Dr. Raúl Ávila, investigador de El Colegio de México, la ortografía es un medio de control social. Cuando se corrige a alguien: “No se dice juites sino fuiste”, se ejerce un control social. Es decirle al otro que tiene que ser como uno y habar como uno para ser aceptado en su grupo. Al igual que en el caso de la diferencias de pronunciación, el error ortográfico permite la afirmación de la gente que lo detecta. Si se escribe estava con “ve” y estube con “be” y alguien más lo lee, probablemente le daría vergüenza ajena, pero ejercería cierto poder. Toda persona que ejerce el poder se siente bien consigo misma pensando: “Yo tengo razón y él no, ya que todos tenemos poder en el cuerpo (Foucault, Michel. 1076). Se ejerce el poder indiscutiblemente mediante la ortografía y el control social radica en que alguien diga: “A usted no le doy el trabajo porque usted no conoce las reglas de la ortografía”. Se ejerce el control social porque quizá se inhibe la capacidad de redactar[4].


Estas nuevas alternativas nos llevan a pensar que la escritura a mano es algo que en algún momento quedará obsoleto. Hace tiempo atrás, se valoraba una buena caligrafía pero ahora se valora mucho más el poder escribir rápido y eficazmente en un teclado. En la vida adulta las oportunidades en las cuales se requiere de este arte son cada vez más escasas, pues al niño se le alentará por tener “buena letra” en la escuela[5].


La presencia de una persona antes se hacía notar mucho por su caligrafía, devenida en una marca personal tan inconfundible como las huellas digitales. Ted Bundy fue un asesino en serie que pudo ser capturado gracias a estudios grafológicos en sus ensoñaciones y fantasías pornográficas escritas.


Por otro lado, como decíamos antes, lo más importante es la calidad del texto que se leerá y no así cómo está escrito el mensaje y esto se puede llevar más allá de la escritura a mano. Andrés Bello decía que mantener unas letras por amor a las etimologías le parecía tan absurdo como querer mantener escombros de un edificio viejo dentro del nuevo para acordarnos de cómo era el viejo; tan absurdo como querer recordar dentro de veinte siglos cómo habló supuestamente un pueblo que existió hace cuarenta como los romanos.


No es esencial para todos mantener la costumbre de fijarse en la gramática ya que lo importante es sobre todas las cosas, la calidad de la redacción. A los adultos que tengan dificultades para modificar su cambiar su ortografía atrofiada, se les puede solucionar la vida cuando tengan que hacer un documento serio con un programa de cómputo para que con sólo oprimir una tecla, la computadora les cambie su texto. De esta manera, en lugar de usar un programa reaccionario de corrección ortográfica, usarían uno revolucionario que suprime las haches y cambia la v por la b, etcétera.


Un programa que, sin duda, merecería el aplauso de Cortázar. Las investigaciones de la Real Academia de la Lengua Española, demuestran que el principal problema ortográfico es la hache, y luego las letras be y ve. Los problemas son mayores en el campo que en las ciudades, y hay más errores o lapsogramas en los estratos bajos que en los altos, y en los niños que en las niñas. Sin embargo, una computadora jamás tendrá personalidad, no tiene inventiva, flexibilidad, ingeniosidad, curiosidad ni buen juicio y mucho menos sentido estético.


Existen lapsogramas permitidos en el lenguaje aplicado en el hipertexto informático. El hipertexto informático está compuesto por bloques de palabras enlazados que producen potencialmente muchos recorridos o cadenas de trayectos, una textualidad abierta, inacabada y descentrada que se utiliza en la producción de mensajes escritos en la World Wide Web y en programas de escritura de computadoras y tecnologías que sean soportadas por las tecnologías de la información y la comunicación.


La postura a adoptarse ante los cambios en las nuevas tecnologías de la información y la comunicación es ajustarse, acomodarse, hermanar las tradiciones de manera fructuosa con las novedades que nos trae la ciencia. Vivimos en un mundo que avanza rápidamente gracias a la tecnología, y es necesario adaptarse discerniendo las buenas costumbres de las malas, buscando siempre alternativas nuevas que nos permitan emplear nuestro conocimiento de la mejor forma para permitir la adecuada comunicación.


Construir bibliotecas enteras de conocimiento mediante la lectura, es algo que es sumamente importante, y esto se debe introducir en la vida del infantil antes de la edad escolar y se inserte a partir de ese momento tanto en sus juegos como en sus actividades cotidianas (Escarpit, Robert. 2000).


Para transformarnos el uno al otro, para comunicarnos, requerimos tener conocimientos previos que nos llevarán a seguir un protocolo adecuado. La élite persigue trazos de los discursos dominantes de nuestro tiempo y tiene control sobre el discurso público[6], y lamentablemente ejerce control social mediante reglas gramaticales en la burocracia. Al ser la lectura un hábito de minorías es lógico pensar que quien no lee no sabe escribir, nos enfrentamos al “alfabeto retrógrada” que además de no respetar normas, daña su propia imagen e insulta nuestra educación con sus escritos. Si el problema reside en la escuela, debemos cultivar hábitos en casa.


La caligrafía o la habilidad de teclear eficazmente hablan de una persona, pero lo primordial es el mensaje a transmitirse, el cual será más claro al no contener ruido lingüístico. Existen nuevos códigos, pero los géneros y formatos siguen siendo parte de la tradición y sólo podemos acoplarnos.


La labilidad de los soportes de la información que hoy en día tenemos pueden ser todo, menos desperdiciables ya sean rápidamente perecederos o no sepamos cuánto irán a durar, son herramientas que nos permiten ser dioses. Más allá del terror milenarista que advierte el fin de la escritura a mano, de los libros impresos, de la ortografía obsoleta y el reemplazo del hombre por la máquina, el escribir es un acto que nos eleva a la divinidad, nos da la posibilidad de poder hacer historia en la memoria colectiva.



[1] Nöel, JMF y otros autores. Diccionario de Mitología Universal, Edicomunicación , 2003.

[2] Hall, James. Diccionario de Temas y Símbolos Artísticos, Alianza Editorial, 1996.

[3] Pinto, Bismarck. “Por qué no sé amarte de otra manera…” Estructura individual, familiar y conyugal de los trastornos de personalidad. Publicación del Departamento de Psicología de la Universidad Católica Boliviana “San Pablo”. 2005.

[4]Durán de Huerta, Marta. La ortografía, control social de adultos y Coco de niños. Boletín del Colegio de Estudios Latinoamericanos, Facultad de Filosofía y Letras, 2005

[5] http://www.libertadnoticias.com.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=6960&Itemid=41

[6] Van Dijk, Teun. La noticia como discurso. Paidós, 1990.