(dawn to dusk)
Estaba de hecho perdida. Las calles ignotas la rodeaban en una danza de insanía paranoica. Busca en su bolso y se encuentra con hojas secas y dulces con hormigas, ninguna llave, ningún mapa, ningún plan. La invade un sentimiento de vértigo que empuja las migas en su garganta con una nausea magenta, el sudor recorre sus delgadas venas irritando su piel con agujas de bisel. Su ritual de pasos hacia la luna entre la niebla depende de que pueda sobrevivir la noche. Todas las noches.

(no se puede sobrevivir del amor)
Alguna vez, un joven le dijo que desgarraría su yugular por ella, bortaría sus sangre en coágulos para agraviar la demostración de su herido amor. Ella le dijo que quería verlo morir haciendo caso omiso a los desesperados gritos que pulidamente salían de su estómago. Las palabras mortíferas salieron de sus labios secos y partidos sin malicia ni acidez, pero con sabor a sublime sinceridad sin dejar lugar al arrepentimiento. El no se mató. No fue amor. Abrazando la pelusa de su ombligo, este hombre vacío flotó al olvido. Luego del silencio cantó enérgicamente un grillo, pero su canto se esfumó al amanecer. Ella le rompió el corazón y lo enterró dentro de una caja de fósforos debajo de su almohada. Ella tenía arena glacial en los bolsillos.

(andrómida)
En la oscuridad de la noche sempiterna, el gélido viento hace que ella se envuelve las entrañas con felpa, cruza los frágiles brazos intentándose dar calor gris. Descuartiza los pensamientos de soledad que la invaden, pone una bala en Dios y sus alas la enredan. Sus recuerdos olvidados se materializan en demonios que inventan el preludio a la guerra. Camina guiada por la cruz del sur.

(salvaguardia)
Durmió en el cementerio, dentro de un nicho vacío acompañada de la hospitalidad de los mosquitos. La sedición del sepulcro blanqueado se parecía a la sensación de placer que le otorgó la ruptura de su himen. La noche era interminable y los sonidos del lugar la atormentaron aún dentro de su nuevo refugio, una cálida lágrima le iluminó la faz. Pernoctó y al despertar comprobó para su pesar que afuera la calle era la misma. No hay dónde ir.

(vigilia)
Ya es de día, está nublado y no parece que el sol se haya levantado esta mañana. La ciudad estalla en bulla y pavorosos rostros de gente desconocida. El viaje sigue, y ella ya no puede eludir la tensión soportable del frío. Inhala humo y exhala sangre, la voz se le quiebra y logra gritar martirizadamente sobre el nervudo aire pesado que la rodea. Acaba de despertar del terror nocturno. La enfermera le pasa otra dosis de diazepam.

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Pues bien, este escrito autobiográfico en realidad es una respuesta a "Historia de Alicia" de mi amigo Coyote Moreno.