Estoy acá sentada de nuevo suspirándote, la noche se hace larga y las horas se van deshojando al insinuar mi espera. La sublevación de mis pulsiones interiores se hacen imposibles de batallar, y la reproducción automática vuelve a insistir con tu pertinaz voz tan dulce y profunda que hace que mis tímpanos se conecten cósmicamente con mis muslos obligándolos a apretarse fuertemente. Mis manos se mueven al rededor de mi cuello raspando suavemente mis poros con la quimera de tu tocar, deslizo mis dedos sobre la tensa aorta magullada por tus pulsaciones ilusorias y siento los magros intentos de mi sangre por palpitar a tu mismo ritmo. La indocta compañía de la música me fuerza a deslizar una danza entre mis yemas y mi nuca intacta de tus sabores melifluos y suspiro, suspiro por el acaramelado gusto a tabaco que tiene probablemente tu saliva y el momento en el cual estallare mis labios con tu boca carnosa famélica de mi pasión. Mis labios se entreabren y puedo dar una bocanada de aire con ilusión a chocolate de tu aliento, mi brazo se desliza por mi pecho y mi corazón late reclamando un desmedrado beso tuyo. Se agita violentamente desprendiéndose de su rutina para sentir tu incorpórea presencia a través de mis manos que no hicieron mas que teclearte hace un sinfín, mi dedo índice incólume se tranca en mi obligo para embelesarse con su forma circular con cariz agrietada. Mis manos dejan de serlo, suspiro para aliviar mi dolor adiestrado momentáneamente dejando caer la mano que te escribe para iniciar su lucha con la resistencia de mis muslos, la dolencia es imperceptible y sucumbo ante el placer que me da tu ausencia.